Alma Delia Murillo
04/08/2012 - 12:00 am
Segunda Epístola al Findelmundo
Alma Delia, apóstol dolientísima de los tiempos posmodernos, sierva de la verdad y llamada a renegar a la clase media, al Findelmundo: No hay día que no espere tu llegada, amado Findelmundo, por eso seguiré escribiéndote y dando testimonio de las cosas que veo. Debes saber, querido Findelmundo, que somos una civilización eurocentrista, güerocentrista y […]
Alma Delia, apóstol dolientísima de los tiempos posmodernos, sierva de la verdad y llamada a renegar a la clase media, al Findelmundo:
No hay día que no espere tu llegada, amado Findelmundo, por eso seguiré escribiéndote y dando testimonio de las cosas que veo.
Debes saber, querido Findelmundo, que somos una civilización eurocentrista, güerocentrista y marquicentrista. Ahora me explico.
Tal vez nunca superaremos, respetado Findelmundo, la noción atávica que nos hace relacionar al resplandeciente sol con las cosas buenas y sus hijos rubios y, por otro lado, a la negra noche con sus peligros y sus hijos oscuros.
El caso es que queremos ser güeros, rubios, blanquitos. “Blanquitos”, así decimos con absoluta admiración y respeto. Desde luego todo tiene que ver con la idea de mejorar la raza, ¿por qué estaremos convencidos los mexicanos de ser una raza que necesita ser mejorada?
Claro que entiendo, esperado Findelmundo, que la mezcla de razas favorece el fortalecimiento del ADN, que si mezclamos códigos genéticos seremos más fuertes, menos propensos a las enfermedades y una especie más poderosa.
Pero aquí hablo de otra cosa, hablo de escuchar a mi tía diciéndome que soy “morenita pero bonita”, imagínate nomás. Ese “pero” contiene la mexicanidad dolida, mi “pero” en la vida es ser morenita, morena, prieta, negra, oscura. Uy, qué miedo. Oscura como la noche. Qué tenemos contra la noche, digo yo. Como si no fuera tan necesaria como el día.
Y si tú escucharas los comentarios de mis brillantes compañeros de trabajo durante los Juegos Olímpicos, acelerarías tu llegada: adoran los países de Europa y babean ante los ojos azules.
En cambio los países de Oriente y de África ameritan todo tipo de expresiones compasivas como: “pobrecitos”, “pero qué oscuros están”, “¿por qué los negritos tienen esas bocas?”. Aquí lo de “negritos” surte el mismo efecto que “morenitos”, el diminutivo se utiliza para suavizar el clasismo, la ignorancia, la clasemediera concepción del universo y el racismo. Sí, sí, leíste bien: racismo. A pesar de que somos tan siglo veintiuno, tan naciones unidas, tan derechos humanos y tan united colors of benetton, somos racistas. Generación cool y súper fashion pero racista.
Y hablando de diminutivos y anglicismos, otro día te cuento de nuestra masacre al lenguaje, queridísimo Findelmundo, herida supurante que lacera mi alma todos los días de mi vida.
Y luego está el fetichismo de los niveles y las categorías:
Fíjate, ansiado Findelmundo, que al momento de abordar un avión, las personas transmutan su composición orgánica en moléculas metálicas, así tenemos gente que clasifica como socios Platino y Titanio. Y los que no nos convertimos en metal, somos categorizados como socios Basura Biodegradable.
Dependiendo del material se determina el orden para subir al avión. ¿Cómo será el proceso digestivo de los Platino y Titanio, inquietante Findelmundo?, es decir, perdona mi falta de sensibilidad, pero me pregunto si cagarán lingotes de metal o mierda común y corriente.
¿Acaso a la hora del encuentro carnal, saber que estás cogiendo con un socio Platino es más placentero?
Ahora permíteme plantearte este sesudo cuestionamiento que consume mis noches: en tanto que mamíferos, me pregunto dónde está el salto evolutivo que nos ha llevado a manifestar nuestra inteligencia adaptativa comprando ropa “de marca”, por ejemplo una falda o un saco que cuesta veinte mil pesos. ¿Eso nos ayudará a preservar la especie?
Casi te puedo decir, incomprendido Findelmundo, que el universo es asible por la marca del trapo que llevamos encima. Pobres de nosotros. ¿No despierto tu compasión contándote tales miserias?
Es que el tejido social está cosificado, ahora nos relacionamos entre cosas, no entre personas.
En estos tiempos todo objeto es un fetiche, una fantasía. Y eso nos define hasta lo más profundo: somos lo que tenemos, aunque sea prestado y lo paguemos diferido a setecientos meses sin intereses.
Para concluir, te contaré que también nos hemos vuelto idiotas pues pervertimos las capacidades que nos fueron dadas para la sobrevivencia.
No sabemos qué hacer con un costal de arroz o una vaca – damos pena- pero sí sabemos qué hacer con tres cupones canjeables en la tienda de autoservicio, somos de lo más autosuficientes para empujar el carrito y aventar paquetes en él.
¿Quién sobrevivirá cuando vengas, amado Findelmundo?, ¿el que sepa qué hacer con los cupones canjeables o el que sepa qué hacer con el costal de arroz y con la vaca?, ¿comeremos arroz o cupones?, ¿beberemos leche ordeñada de la vaca o beberemos la aplicación descargable de nuestro teléfono móvil?
¿Te importará si somos rubios, morados, rojos, negros o amarillos cuando cimbres la Tierra, reverenciado Findelmundo?
Esperaré humilde, aunque no paciente, tus respuestas.
Estas son las cosas que he visto y la que da testimonio de estas cosas dice: Mundo, si te vas a acabar, te debes apresurar, no nos dejes seguir con esta locura.
Amén.
@AlmitaDelia
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